lunes, 24 de diciembre de 2012

Feliz solsticio 2012

Nuestros primeros antepasados observaron que a partir del Solsticio de Verano el Sol parecía alejarse de la elíptica, hasta que en la noche del 22 de diciembre llegaba a su punto más bajo y parecía cansado y sin fuerzas para volver a elevarse. Sin embargo, después de tres noches, al concluir la del 25 de diciembre, el Sol resucitaba y reemprendía su curso triunfante que le llevaría, de nuevo, hasta el punto más alto en el Solsticio de Verano.

Análogamente, podemos decir que nunca como ahora, nuestra Patria, pero también todos nuestros pueblos de origen indoeuropeo, jamás hemos vivido una crisis tan grave como la actual. Pero también para nosotros, como para el eterno Sol Invencible existe un futuro y un mañana que nos pertenece, tal como dice la antigua saga:

“Pronto se oirá un susurro que nos ordene:
¡despertad! Patria, patria, muéstranos la señal
Que nuestros hijos esperan ver.
Llegará el mañana cuando el mundo sea nuevo
El mañana nos pertenece”

El curso del Sol Invencible y su enseñanza es esa señal que esperamos que vean nuestros compatriotas.

En la noche del 25 de diciembre, Sirius, la estrella de más brillante del firmamento, conocida como “la estrella de Oriente”, se alinea con las tres estrellas que forman el Cinturón de Orion, llamados también“los tres reyes magos” que parecen seguirla. Esa alineación marca el lugar por donde saldrá al Sol Invencible en el siguiente amanecer.

No es raro que el Evangelio hable de una Estrella que “señala el camino de los magos” al lugar por donde nacerá el Sol. No es raro también que Bethlem quiera decir “la casa del trigo”, pues no en vano todo esto tiene lugar cuando el Sol nace en la constelación de Virgo, cuyo símbolo tradicional es una mujer que lleva una gavilla de trigo. ¿Hay que recordar que el símbolo astrológico de Virgo es un M modificada y, la inicial de María, madre de Jesús, llamado también el “Sol del mundo”?

Cuando el Sol empieza a elevarse el 25 de diciembre, lo hace bajo la constelación de la Cruz del Sur; por eso los antiguos decían que después de estar tres días muerto en la Cruz, el Sol Invencible resucitaba y se alzaba nuevamente hacia el cielo. Un Dios muerto en la Cruz y resucitado al tercer día, la historia suena ¿verdad?, sólo que explicando el cursos de los astros del firmamento, se entiende mucho mejor. Sea como sea que se cuente, refleja al Dios más antiguo que conocieron los seres humanos: el Sol Invencible.

La historia de nuestros pueblos indica que han sido capaces de sobreponerse, como el Sol, a todas las crisis y a las situaciones en las que todo parecía perdido. La raza de Aquiles y del Cid, la raza de Arturo y de los caballeros cruzados, la raza de los hoplitas de Esparta y de los luchadores de Lepanto, no se extinguirá aquí, sólo porque una banda de buitres carroñeros atrincherados en sus bancos y de políticos corruptos hagan un frente común. Desde los albores de la Historia, nuestra raza no ha conocido otra tarea que el combate. Ese mismo combate es la prueba a superar, el desafío siempre presente que todas las generaciones han debido soportar para mostrar su valía.

Hoy, cuando la Patria se ve ensombrecida por nubarrones amenazantes, cuando ya ni siquiera parecen existir el puñado de soldados dispuestos a salvar la civilización que proclamaba Spengler, hoy precisamente, en la noche del Solsticio de Invierno, en la noche del renacimiento del Sol Invencible, algunos tenemos la firme convicción de que el espíritu de Europa jamás se extinguirá mientras la voluntad de permanecer siga existiendo en algunos de nosotros. Somos muchos en Europa los que esperamos oír el susurro que nos llame al combate.

Aunque el Sol renaciera en el horizonte millones de años, no serviría de nada si ese mismo Sol Invencible no estuviera también presente en nuestro corazón pues, no en vano, lo que es el centro del sistema solar es también el centro de nuestro ser.

Así pues, en esta noche oscura del Solsticio, os deseo una buena lucha y ¡que el Sol Invencible nazca en vuestros corazones y os alumbre!

Ernesto Milá.